Pensad en la historia como la suma de dos componentes: uno errático que consiste en eventos inapreciables que siguen una norma no discernible y un componente regular que consiste en tendencias históricas de periodos largos. Aquí estamos interesados en estas últimas.
PRIMER PRINCIPIO. Si se hace un PEQUEÑO cambio que afecte a una tendencia histórica de periodo largo, entonces el efecto del cambio será casi siempre transitorio la tendencia pronto retrocederá a su estado original. (Ejemplo: Un movimiento de reforma designado para limpiar la corrupción política en una sociedad raramente tendrá más que un efecto de duración corto, tarde o temprano los reformistas se relajaran y la corrupción se deslizará otra vez dentro. El nivel de corrupción política en una sociedad dada tiende a permanecer constante o cambia despacio sólo con la evolución de la sociedad. Normalmente, una limpieza política sólo será permanente si va acompañada de cambios sociales generales, un PEQUEÑO cambio en la sociedad no será suficiente). Si un pequeño cambio en una tendencia histórica de periodo largo se presenta como permanente, es sólo porque el cambio actúa en la dirección con que la tendencia se estaba moviendo de antemano, así la tendencia no se ve alterada, pero sí empujada socialmente un paso adelante.
El primer principio es casi una *tautología. Si una tendencia no fuera estable con respecto a pequeños cambios, vagaría al azar antes que seguir una dirección definida; en otras palabras, no sería una tendencia de periodo largo.
SEGUNDO PRINCIPIO. Si se hace un cambio que es lo suficientemente grande como para alterar permanentemente una tendencia histórica de periodo largo, eso alterará la sociedad en su conjunto. En otras palabras, una sociedad es un sistema en que todas sus partes están interrelacionadas, y no puedes cambiar permanentemente ninguna parte importante sin cambiar también todas las otras.
TERCER PRINCIPIO. Si se hace un cambio que es lo suficientemente grande como para alterar permanentemente una tendencia de periodo largo, entonces las consecuencias para la sociedad como conjunto no pueden predecirse de antemano. (A no ser que varias sociedades hayan pasado a través del mismo cambio y hayan experimentado todas las mismas consecuencias, en tal caso uno, puede predecir en terrenos empíricos que otra sociedad que pase por el mismo cambio probablemente experimentará consecuencias similares).
CUARTO PRINCIPIO. Un nuevo tipo de sociedad no se puede diseñar en el papel. Esto es, no puedes planear un nuevo tipo de sociedad por adelantado, entonces construirla y esperar que funcione para lo que se ha diseñado.
El tercer y el cuarto principio resultan de la complejidad de las sociedades humanas. Un cambio en el comportamiento humano afectará a la economía de una sociedad y a su medio físico; la econo-mía afectará el medio y viceversa, y los cambios en la economía y el medio afectarán al comportamiento humano de una manera compleja e imprevisible. La red de causas y efectos es demasiado compleja para ser desenmarañada y entendida.
QUINTO PRINCIPIO. La gente no elige conscientemente y racionalmente la forma de su sociedad. Las sociedades se desarrollan a través del proceso de evolución social que no está bajo el control racional humano.
El quinto principio es una consecuencia de los otros cuatro.
Como ilustración: por el primer principio, hablando en general, una tentativa de reforma social actúa en la dirección en que la sociedad se está desarrollando de todas maneras (así que simplemente acelera el cambio que hubiera ocurrido en cualquier caso) pues de otro modo sólo tiene un efecto transitorio, de modo que la sociedad pronto volverá a su vieja rutina. Para hacer un cambio duradero en la dirección del desarrollo de cualquier aspecto importante de una sociedad, la reforma es insuficiente y se requiere una revolución. (La cual no envuelve necesariamente un levantamiento armado o el derribo de un gobierno). Por el segundo principio, una revolución nunca cambia sólo un aspecto de una sociedad; y por el tercer principio el cambio que ocurre no hubiera sido esperado o deseado por los revolucionarios. Por el cuarto principio, cuando los revolucionarios o utópicos organizan una nueva clase de sociedad, nunca funciona como la planearon.
La Revolución americana no nos proporciona un contraejemplo. La «Revolución» americana no fue una revolución en nuestro sentido de la palabra, sino una guerra de independencia seguida de, más bien, una reforma política de mucha extensión. Los Padres Fundadores no cambiaron la dirección del desarrollo de la sociedad americana, tampoco aspiraron a hacerlo. Sólo liberaron el desarrollo de la sociedad americana del efecto retardante del gobierno británico. Su reforma política no cambió ninguna tendencia básica, sólo impulsó la cultura política americana a lo largo de su dirección natural de desarrollo. La sociedad británica, de la cual la sociedad americana era un retoño, se estuvo moviendo bastante tiempo en la dirección de la democracia representativa. Y antes de la Guerra de la Independencia los americanos estaban ya practicando en un grado significativo ésta en las asambleas de las colonias. El sistema político establecido por la Constitución fue modelado en el sistema británico y en las asambleas coloniales, con mayor alteración, para estar seguro-no hay duda de que los Padres Fundadores subieron un escalón importante. Pero era un escalón a lo largo del camino que el mundo de habla inglesa estaba ya haciendo. La prueba es que Gran Bretaña y sus colonias que estaban pobladas predominantemente por gente de descendencia británica terminaron con sistemas de democracia representativa esencialmente similares a los Estados Unidos. Si los Padres Fundadores hubieran perdido su valor y hubieran rechazado la firma de la Declaración de Independencia, nuestra forma de vida hoy no hubiera sido significativamente diferente. Igual hubiéramos tenido algunos lazos más estrechos con Gran Bretaña, y hubiéramos tenido Parlamento y Primer Ministro en vez de Congreso y Presidente. Ningún gran cambio. Así la Revolución americana no nos proporciona un contraejemplo para nuestros principios pero sí una buena ilustración de ellos.
No obstante, uno tiene que usar el sentido común en la aplicación de los principios. Están expresados en un lenguaje impreciso que permite amplitud para la interpretación y se pueden encontrar excepciones a ellos. Así que los presentamos no como normas inviolables sino como reglas sencillas, o guías para pensar, que pueden proporcionar un antídoto parcial a las ideas ingenuas a cerca del futuro de la sociedad. Los principios deben estar constantemente en la mente, y cuando quiera que uno alcance una conclusión que entre en conflicto con ellos uno debe reexaminar cuidadosamente su pensamiento y sólo retener la conclusión si tiene buenas y sólidas razones para hacerlo.